Yemen: De nada sirve discutir si no se puede dialogar

Escrito por J. Comins y editado por Pilar Comín para AISH

Notable alto. Es la puntuación con la que el rotativo Yemen Post califica la gestión del nuevo presidente, Abd Rabbuh Mansur Hadi, durante sus primeros seis meses como líder de un proceso de transición repleto de luces y sombras. Los decretos para la reforma del sector de la seguridad y de otras instituciones estatales no han logrado disimular la incapacidad gubernamental para frenar la comisión de atentados en la capital y en las provincias del sur del país. Por si esto fuera poco, la preparación de la conferencia para el diálogo nacional —máxima prioridad en la agenda política del Gobierno— se ha convertido en una nueva piedra en el zapato del Ejecutivo yemení. El acuerdo para la implementación de la iniciativa del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) corre serios riesgos de convertirse en papel mojado, si, finalmente, no logra reunir la participación del movimiento de oposición en el sur y de otros actores de vital importancia para la estabilidad del país.

La iniciativa del CCG establece un período transitorio de dos años para sentar las bases de una salida negociada a la actual crisis yemení; ese periodo empezó a contar al celebrarse  las pseudoelecciones del pasado 21 de febrero. Asimismo, la hoja de ruta contempla la celebración de una conferencia para el diálogo nacional —que el Gobierno tiene previsto iniciar el próximo mes de noviembre— en la que se prevé debatir sobre las deficiencias en el funcionamiento del Estado y de la que deben salir las líneas maestras para la reforma constitucional. Se pretende que el encuentro sirva para un intercambio útil, alejado de una estéril discusión dialéctica consistente en «escuchar al otro con interés y aprecio y en que el otro nos escuche a nosotros también. Sin considerarnos poseedores de la verdad», asegura Hurriya Mashhur, ministra de los Derechos Humanos en Yemen y miembro del comité que, desde hace meses, se encarga de preparar la conferencia.

Entre los principales obstáculos para poner en marcha un diálogo nacional se cuentan las reticencias de los grupos no signatarios del acuerdo patrocinado por el CCG y la comunidad internacional. La falta de unidad y la desconfianza se propagan entre la juventud yemení, que sigue presionando para que la incluyan en la cita. Por su parte, los huzíes —chiíes que habitan en el norte y se consideran herederos del imanato zaidí, enfrentados al Gobierno desde el 2004— han acogido con optimismo la celebración del diálogo nacional, pero con ciertas reservas. El pasado mes de junio anunciaron, por medio de su portavoz, Saleh Habra, su disposición a participar en el encuentro, aunque sin deponer las armas. Mucho más problemática es, sin embargo, la postura del Movimiento del Sur (al-Harak al-Yanubí), amplia coalición de grupos políticos —muchos de los cuáles reclaman la independencia por medios pacíficos— que rechaza de plano su concurrencia como interlocutor.

El comité preparatorio del diálogo nacional se ha disculpado recientemente por los agravios cometidos durante la guerra civil de 1994 y después de ella. Igualmente, ha recomendado la restitución de los empleados civiles y militares sureños despedidos, así como la liberación urgente de todos sus activistas apresados. Sin embargo, la realidad es bien diferente. Hace tan solo dos semanas se producía la detención de uno de los principales líderes secesionistas en el exilio: el secretario general del Fórum Democrático para el Sur de Yemen, Ahmed Abdulá al-Hasani; que fue aprehendido por las fuerzas de seguridad yemeníes en el aeropuerto internacional de Adén, donde pretendía reunirse con otros líderes del Movimiento del Sur. La mediación de Qatar —que ha ofrecido al expresidente Saleh pagar los costes de su residencia en el emirato— tampoco ha logrado persuadir al que fuera vicepresidente tras la unificación del país en 1990 y dirigente sureño, Ali Salem al-Beidh, de que abandone la idea de una resistencia pacífica y acepte su inclusión en el diálogo nacional. Mientras tanto, la franquicia de al-Qaeda en la península Arábiga sigue beneficiándose del vacío de poder existente y, progresivamente, recupera su faceta más proactiva con nuevas y sangrientas acciones.

El recelo y el escepticismo de aquellos sectores más críticos con la iniciativa del CCG ponen en entredicho la eficacia del diálogo nacional y comprometen el futuro político yemení. El país se enfrenta a un problema político estructural que, por otra parte, no es ajeno en las sociedades occidentales: la falta de confianza en las élites políticas y su desconexión respecto de la ciudadanía. La credibilidad de la conferencia depende, por tanto, de la adopción de una agenda razonable y disociada de los intereses particulares de cada uno de los interlocutores, que vaya más allá del simple reajuste de las cuotas de poder, hasta ahora concentradas en manos del presidente. De lo contrario, la reunión parece abocada al fracaso y seguramente dilatará un calendario cuyas posibilidades de realización parecen, hoy en día, bastante escasas.

Spread the word. Share this post!

J. Comins

J. Comins es politólogo especializado en diplomacia, relaciones internacionales y seguridad. Durante los últimos años ha participado en las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas en República Centroafricana (MINUSCA) y Mali (MINUSMA), y trabajado como asesor de seguridad en el ámbito humanitario para la fundación International NGO Safety Organisation (INSO) en Afganistán. De manera ocasional, colabora en la publicación de análisis para el Instituto Español de Estudios Estratégicos (Ministerio de Defensa) y el Grupo de Estudios sobre Seguridad Internacional (GESI) del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada.

Deja una respuesta